Este estudio no está disociado de la reflexión sobre la investigación geodinámica de los entornos naturales y antrópicos y el análisis de la evolución conjunta del medio y la sociedad de las épocas antiguas en el litoral del delta occidental del Nilo. La cartografía del terreno y las infraestructuras portuarias de la bahía de Alejandría, garantizada en su totalidad, mostraba precisamente su ampliación y nuevas perspectivas de líneas de investigación en los trabajos llevados a cabo a lo largo de treinta kilómetros al noreste, en la bahía de Abukir. Los trabajos de geografía física, las prospecciones geomorfológicas, paleobotánicas y de biología marina y, al mismo tiempo, el estudio de las circunstancias y la cronología de los fenómenos que desembocaron en la inmersión de los ríos, demuestran la necesidad de tener en cuenta la diversidad de cada sitio debido al peso variable de las dinámicas de sedimentos, las variaciones en el nivel del mar y la técnica del entorno físico directamente relacionado con la organización del espacio.
En el caso del litoral egipcio, especialmente en la región de Alejandría y la franja oeste del delta del Nilo, este enfoque metódico y sistemático del IEASM resultó fructífero y reveló nueva información sobre la topografía, la toponimia y los periodos de ocupación, claves para la comprensión de las regiones costeras. Los descubrimientos, basados en datos certeros y revelados gracias a la metodología moderna, se derivan también de la valoración de los parámetros de las investigaciones científicas a partir de información que no era directamente arqueológica (inventario de lechos de canales, de sectores aluviales y coluviales, de lagos costeros, corrientes, etc.) y de otros elementos que indican la posibilidad de que hubiera sitios arqueológicos en las bahías de Alejandría y Abukir.
Zona de prospección en la bahía de Abukir.Desde un punto de vista global, y habida cuenta de los resultados arqueológicos obtenidos desde hace una década, los objetivos de la investigación eran comprender la organización del Portus Magnus de Alejandría y los sitios descubiertos en la bahía de Abukir (Tonis-Heracleion y Canopo).
La etapa inicial del procedimiento científico consistía en llevar a cabo prospecciones geofísicas y geológicas, que posteriormente se complementarían con el registro de los datos arqueológicos obtenidos de la excavación. Por tanto, este estudio se concibió abarcando el conjunto de datos geomorfológicos y arqueológicos, las fuentes literarias, epigráficas e iconográficas, y un profundo conocimiento historiográfico de los testimonios aportados por los primeros exploradores. En el caso de Alejandría, más allá de la tendencia a magnificar esta metrópolis mediterránea, estos datos permitieron establecer puntos de referencia en la zona que había que inspeccionar, que comprendía las 400 ha del actual puerto del este. Así, el emplazamiento perfectamente determinado en la costa donde se ubica el Cesáreo, balizado en su época por las dos «agujas de Cleopatra», era un punto de referencia en la Antigüedad. Además, el actual cabo Silsila corresponde a un vestigio del antiguo cabo Loquias, que constituía el límite oriental del Portus Magnus.
Por último, tampoco se podía dudar, teniendo en cuenta los vestigios encontrados en tierra firme y las descripciones que del Portus Magnus nos proporcionan los textos, de la presencia de infraestructuras portuarias y terrenos bajo las aguas del puerto de Alejandría. En la bahía de Abukir, resultaba prácticamente imposible orientar la búsqueda en función de los puntos de referencia correspondientes a lugares antiguos perfectamente identificados. En lugar de contar con referencias seguras y próximas a las ruinas sumergidas, los puntos de referencia eran vastas zonas de vestigios terrestres y sumergidos, con contornos poco definidos y muy alejados unos de otros. Además, la configuración geomorfológica y las condiciones geológicas específicas de la región canópica difieren ligeramente de las existentes en la bahía de Alejandría y presentan numerosas cuestiones especiales. Los trabajos emprendidos en 1996 en la bahía de Abukir, al igual que en cualquier otra excavación arqueológica, permitieron delimitar la región canópica sumergida (una vasta extensión triangular de 10 km de altura y 10 km de base), la posición de los principales yacimientos arqueológicos correspondientes a las ciudades citadas en los textos antiguos y el trazado del lecho del antiguo brazo occidental del Nilo.
El enfoque científico de las prospecciones previamente definidas tenía en cuenta las especificidades topográficas de las zonas estudiadas. El relieve de los terrenos que ahora están sumergidos ha sido modificado, a lo largo de los siglos, por fenómenos sísmicos (terremotos y maremotos), hidrográficos (inundaciones y variaciones del nivel del mar) y geológicos (subsidencia). El hecho de que resultasen inundados no detuvo la transformación de sus características, sino al contrario. Una vez anegados, estos terrenos fueron igualmente afectados por temblores de tierra y la acción de los sedimentos, corrientes, marejadas y oleajes. Además, el estrato superior del fondo de la bahía de Abukir está compuesto, principalmente, de arena y aluviones del Nilo, arrastrados por las corrientes del este. También en Alejandría, al oeste del puerto, las profundidades presentan una considerable sedimentación acumulada con el paso del tiempo. Por otra parte, esta acumulación de arena fue la que cubrió la antigua calzada, el Heptastadio sobre el que actualmente se alza todo un barrio de la ciudad. Parecía probable que numerosos restos arqueológicos estuvieran cubiertos de sedimentos. De hecho, solo sería posible localizarlos con la ayuda de aparatos y estructuras de sondas mecánicas específicas, por lo que este enfoque se consideraba irrealizable, habida cuenta de la inmensidad de las zonas valoradas.
Una simple observación del estado actual del fondo no resultaba suficiente para comprender la realidad de la topografía antigua. Para lograrlo, era necesario efectuar una prospección con la ayuda de instrumentos de detección electrónica dotados de las tecnologías más vanguardistas, como los magnetómetros de resonancia magnética nuclear. Un medio eficaz de localizar los restos arqueológicos sumergidos y cubiertos por los sedimentos era realizar una carta magnética detallada de alta definición y sensibilidad con ayuda de magnetómetros de resonancia magnética nuclear (RMN). Estos dispositivos miden de forma continua el valor absoluto del campo magnético terrestre con una precisión de milésimas de gamma, por lo que fueron capaces de identificar los vestigios arqueológicos enterrados. El uso de un ecómetro, un sonar de barrido lateral y, más recientemente, una sonda multihaz reveló, en imagen electrónica, los elementos más sobresalientes del sedimento. Estos dispositivos resultaron muy útiles para localizar los sectores arqueológicos que no estaban totalmente cubiertos. Una prospección, llevada a cabo con la ayuda de una sonda de sedimentos, aportó datos precisos sobre los diferentes estratos geológicos que constituían el suelo de esta zona, e informaciones sobre los fenómenos sísmicos que se produjeron en ella (presencia de estratos sedimentarios inclinados, pilares tectónicos, diapiros, etc.)
Las informaciones obtenidas reflejan que estos lugares fueron azotados, en diferentes momentos, por fenómenos geológicos y cataclismos. También está comprobado que un lento movimiento de subsidencia afectó a la cuenca suroriental del Mediterráneo. Las observaciones geológicas certificaron estos fenómenos al descubrir, en el sustrato del fondo marino, huellas de movimientos sísmicos. De los análisis geológicos de esta zona se dedujo que, en algunos lugares y, concretamente, en la bahía de Abukir, se habían producido licuefacciones de suelo, fenómenos que pueden ser provocados por una presión considerable sobre terrenos de naturaleza arcillosa. El peso de los propios monumentos, unido a una sobrecarga exagerada, debida a una crecida excepcional de las aguas o a un tsunami, puede causar, por compresión, la expulsión del agua contenida en la estructura de las arcillas. Estas pierden entonces volumen bruscamente y se desencadenan hundimientos repentinos. También un seísmo puede tener estas consecuencias. Alguno de estos factores, o la conjunción de varios, pudo ocasionar importantes destrucciones y ello explicaría la desaparición bajo las aguas de una gran parte de la región canópica y del Portus Magnus de Alejandría. La elevación continua del nivel del mar, constatada desde la Antigüedad, contribuyó, de manera significativa, al anegamiento de estos territorios.
Los resultados de los diferentes tipos de prospecciones y sondeos han evidenciado que las zonas de alteraciones magnéticas de baja intensidad absoluta constituyen fallas. Estas fallas aparecen en forma de depresiones con contornos muy definidos en el sustrato arcilloso y con bordes intensamente inclinados. Se encuentran cubiertas de un tipo de arena de naturaleza diferente a la que recubre las zonas aledañas. Al fondo de estas fallas se encuentra una red de grietas profundas. El estudio de este fenómeno gracias al cruce de datos geológicos y arqueológicos puso de manifiesto un proceso de licuefacción de las arcillas a consecuencia de una intensa compresión derivada del elevado peso de ciertos edificios.Se sabe que, en los últimos 2000 años, el nivel del mar en Alejandría ha subido de 1 a 1,5 metros, mientras que el nivel terrestre ha disminuido de 5 a 6 metros. La costa sur del Mediterráneo también se ha visto afectada por movimientos tectónicos variables a consecuencia de la subducción de la placa africana bajo la placa de Anatolia. En los textos antiguos se evocan temblores sísmicos y maremotos que afectaron a esta región, concretamente el tsunami del año 365, que devastó las costas del Mediterráneo suroriental; el terremoto acontecido a mitad del siglo VIII o el del año 1375, que destruyó Faros.
Los resultados esbozados anteriormente demuestran la eficacia de este método de investigación. Estas prospecciones se concibieron como un planteamiento global del terreno y aportaron datos arqueológicos interpretables desde el punto de vista histórico de la ocupación del suelo, la evolución del paisaje, etc., incluso antes de comenzar una intervención arqueológica intrusiva y destructiva en los sitios. Además, el programa de prospección se desarrolló como una etapa previa a una posible excavación y destinada a prepararla en caso necesario. Por lo tanto, permitió demostrar la necesidad de continuar e intensificar la búsqueda arqueológica en algunos sectores de estos yacimientos.
EXPERIMENTACIÓN DEL TERRENO. EL EJEMPLO DE HERACLION-TONIS
(bahía de Abukir, Egipto)En la bahía de Abukir, en la región canópica actualmente sumergida, se registraron alteraciones magnéticas de amplitud considerable a 6,5 km al este de la costa actual gracias al uso de un sonar de barrido lateral. Estos hallazgos magnéticos, certificados por inmersiones de reconocimiento, se corresponden a bloques de construcciones cubiertos de una ganga de concreciones marinas de entre 60 y 80 cm de grosor. Se llevó a cabo una cobertura magnética estrecha (bandas cruzadas de 10 m), una imagen en mosaico detallada gracias al sonar lateral (transición de 50 m) y una batimetría gracias a una red de malla de un metro en la zona acotada de 1,5 km2 de vestigios. El mapa magnético detallado mostró una red de largas anomalías con orientaciones norte-noreste hacia sur-suroeste, concretamente en una zona de 700 x 1500 m. Además, el sonar de barrido magnético detectó la alineación característica de un muro. La cobertura batimétrica estrecha puso de manifiesto un relieve muy particular del fondo: cordones litorales, dunas, desniveles, etc.
Mapa magnético sobre fondo batimétrico de Heraclion.Se interpretaron los resultados de las prospecciones geofísicas, complementados por las extracciones geológicas, las inspecciones visuales (cuya tarea resultó muy complicada debido a una visibilidad inferior a los 30 cm) y los decapados de la superficie, en términos topográficos. Asimismo, se detectaron lechos antiguos de diversos brazos del Nilo. El brazo más oriental aparecía separado de la tierra por varios cordones de dunas que aún resultaban parcialmente visibles. Hacia el oeste, quedaba delimitado hasta la desembocadura por un cordón de dunas. El antiguo curso fluvial desembocaba en la costa actual en los alrededores del puerto de El-Maadiya. En la margen occidental de la desembocadura, las dunas de arena quedan desdibujadas en su vertiente norte para dar paso a una franja rocosa que se despliega en dirección al islote Dissuky. En esta zona, la costa mostraba un paisaje rocoso antiguo. Hacia el oeste del cordón de dunas, bordeando el brazo del Nilo, se extendía una vasta región en desnivel, que probablemente correspondía a lagos de agua muy poco salada y marismas (importante presencia de elementos vegetales sobre el estrato de arcilla). El sector con mayor gradiente magnética se encontraba precisamente tras el cordón de dunas de arena y sobre una especie de península situada entre dos zonas de desnivel, correspondiente a dársenas portuarias al este y a un lago al oeste, y se caracterizaba por ser la zona donde se ubicaban las construcciones más importantes. Una amplia zona llana compuesta por lodo y arcilla y en la que, no obstante, se elevaban algunos promontorios, se une en la parte occidental con la costa actual, en los alrededores de Abukir. En esta dirección, y a la misma latitud que Tonis-Heraclion, se encuentran las ruinas de importantes monumentos de diferentes épocas que pertenecen al yacimiento de Canope Este. En este sector de la península, los decapados de la superficie, las excavaciones y los tipos de objetos hallados atestiguan el carácter sagrado de las ruinas de este sector de la ciudad. Las excavaciones han dejado visible el muro de un antiguo recinto de más de 150 m de longitud. El descubrimiento de la naos (capilla monolítica que albergaba la imagen del dios principal venerado en el santuario) dedicada a Amón de Gereb y las indicaciones extraídas de la célebre estela del Decreto de Canopo han permitido determinar el nombre de la ciudad en la que se alzaba este templo: Heraclion.
Imagen en mosaico del muro oeste del templo de Heraclion.Este yacimiento se presenta como un extenso complejo portuario que se extendía de norte a este del témenos dedicado a Amón de Gereb, y en el que los templos y anexos se elevaban sobre un promontorio central. Al sudeste, daba acceso a los muelles y a un gran antepuerto que desembocaba en el Nilo a través de un estrecho pasaje que atravesaba un cordón de dunas que, a su vez, protegía el conjunto. La topografía de esta zona se corresponde a la perfección con la definida por el profesor Jean Yoyotte a partir del estudio de los textos: el nombre de Tonis (T-Honis) encierra en sí mismo una geografía histórica muy particular: la ciudad se asentaba sobre una de las «cuencas inferiores de los brazos del Nilo, en una zona en la que nacían varios corredores subterráneos laterales, formados al final del delta inferior, que desembocaban en las lagunas litorales, mientras que el único brazo principal moría en bar abierto». Al norte de la «cuenca central», es decir, al sur del «paso del este», las búsquedas sistemáticas han revelado una concentración de pecios que datan de los siglos V y IV a. C. Al norte del «paso del este», la «cuenca norte» permitía acceder al mar. Si bien hasta el momento resulta imposible confirmarlo, las prospecciones y excavaciones han permitido definir la existencia de un canal norte-este que probablemente se abría en el brazo canópico muy cerca de la desembocadura.
Detalle de un mapa que muestra los contornos de las cuencas portuarias y las vías de navegación, y localiza pecios y anclas antiguas.De forma paralela al estudio de la organización y la cronología de los santuarios del promontorio central, el objetivo de estas excavaciones era estudiar los diversos tipos de infraestructuras portuarias, el funcionamiento de las vías navegables, las cuencas portuarias, los embarcaderos, los muelles, los diques, etc., así como su relación con las estructuras económicas y sagradas de la ciudad. A fin de aclarar su topografía y esclarecer las secuencias cronológicas, se han llevado a cabo sondeos a gran profundidad en los sectores previamente definidos en las inmersiones de reconocimiento, las extracciones de la superficie y las prospecciones geofísicas. Además, permitieron definir la naturaleza del fondo marino a fin de clasificar el colmatado de la cuenca, determinar sus límites e incluso descubrir las nuevas estructuras portuarias. El contexto sedimentario del emplazamiento dificultó las tareas de identificación. De hecho, se ha constatado que Heraclion muestra una apariencia similar y, en ocasiones, una naturaleza similar a los terrenos emergidos en la antigüedad y el fondo de puertos o canales. Algunos terrenos sumergidos se encuentran en los mismos niveles, o en niveles incluso inferiores, que los fondos de los puertos colindantes. Esto se debe a los efectos de la elevación y los movimientos de tierras. Al no encontrarse protegidos, estos fondos de puertos han sufrido los mismos fenómenos de erosión debido a las marejadas, los oleajes y las corrientes que las zonas próximas, por lo que el basamento de arcilla ha quedado completamente al descubierto. La práctica totalidad de los sedimentos y los terrenos blandos que recubrían estas zonas en la antigüedad ha desaparecido. El suelo de los fondos de los puertos, así como las zonas que antiguamente se encontraban sobre el nivel del mar, son actualmente superficies llanas y cubiertas, de manera bastante uniforme, por un lecho de moluscos de aproximadamente 10 cm de espesor. Por debajo, se encuentra por lo general una capa de arena marina. Además, se aprecia una mezcla de los terrenos antiguos y las cuencas portuarias.
Algunos de los hallazgos más recientes corroboran la intensa actividad de Tonis-Heraclion, que a partir del siglo VIII d. C. era el puesto de control fronterizo y aduanero y el emporio por donde transitaban los productos importados por Grecia. Entre estos descubrimientos se encuentran 60 pecios localizados en las cuencas portuarias y los canales. Estos hallazgos aclaran de manera muy particular la topografía del sitio. El aspecto prioritario era poner en marcha una búsqueda sistemática de embarcaciones, definir el mapa de distribución de los navíos antiguos y detectar posibles concentraciones específicas en las que fuera necesario adoptar un punto de vista arqueológico e histórico. Para todo ello, era necesario contar con la ayuda de instrumentos geofísicos y prospecciones. Las limpiezas de la superficie permitieron recabar datos formales, como los tipos de navíos o la forma en que se construían. Los restos de madera fueron los primeros en datarse (C14). Su identificación conllevó un proceso de documentación excepcional para estudiar la arquitectura naval y la organización del comercio marítimo, y supuso una fuente de datos disponibles para la reconstrucción de los paleoentornos y las interacciones entre las sociedades humanas y su ámbito de vida vegetal. La etapa previa a determinar el pecio que, posteriormente, fue objeto de una excavación arqueológica consistió en registrar todos estos datos.
Franck Goddio y David Fabre